Translate

31/10/14

Tecnoestrés

El tecnoestrés es un trastorno que se relaciona con la ansiedad y la angustia asociadas al uso de las novedades tecnológicas, y que la sufren los trabajadores de cierta edad necesitados de adaptarse a nuevas herramientas de trabajo, las personas que están continuamente conectadas a dispositivos tecnológicos, los que desconfían de la seguridad informática y los que deben exponerse a lo largo del día a altos caudales de información.


El tecnoestrés se define como un estado psicológico negativo relacionado con el uso de las TICs y que viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas exigidas y los recursos disponibles relacionados con el uso de las TICS, lo que lleva a un alto nivel de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TICS. 

Este desequilibrio se conoce desde 1984 y fue bautizado como tecnoestrés por el psicólogo estadounidense Craig Bord quien observó las alteraciones físicas y emocionales que ya entonces sufrían algunos individuos cuando se enfrentaban al manejo de las computadoras. Actualmente el trastorno se ha extendido más allá del área informática y tiene que ver también con aquellos artefactos de la era digital que se han colado en casi todos los aspectos de nuestra vida.

Tipos de Tecnoestrés

La tecnoansiedad se refiere a la experimentación por parte del trabajador de altos niveles de activación fisiológica molesta, sintiendo tensión por el uso de algún tipo de TIC. Esta situación conduce a pensamientos negativos sobre su capacidad de uso de estas herramientas, adoptando actitudes de desconfianza hacia sí mismo. En algunos casos, el trabajador puede desarrollar fobia hacia las TICs, evitando incluso pensar en ellas.

La tecnofatiga hace referencia a los sentimientos de agotamiento cognitivo debidos al uso de estos medios, acompañado además de actitudes de evitación y sentimientos de incompetencia o creencia de falta de habilidad para su uso. Un subtipo específico es el síndrome de fatiga informativa, que aparece cuando surge so-brecarga de información tras el uso de Internet.

Por último, la tecnoadicción es el tipo de tecnoestrés que aparece debido a un impulso incontrolable por utilizar estas herramientas en todo momento, con indiferencia del sitio o situación social donde se encuentre la persona.

¿Por qué aparece el tecnoestrés?

El tecnoestrés puede aparecer por varias razones: 
  • Falta de información respecto al uso de la herramienta tecnológica.
  • Falta de apoyo de supervisores y compañeros para solventar los problemas que se presenten.
  • Un mal funcionamiento del ordenador o un mal diseño de los programas informáticos, dificultándose el trabajo debido a la lentitud del equipo o del programa.
  • Pérdida de datos por caídas de los sistemas.
  • Sobrecarga de demandas exigidas en el entorno de trabajo.
  • Falta de control sobre el propio trabajo.
  • Falta de recursos tanto individuales como organizacionales para hacer frente a las demandas, etc.
La situación laboral más nociva es aquella en la que el trabajador percibe altas demandas laborales combinadas con un escaso control sobre el trabajo y poco apoyo organizacional. 

¿Qué consecuencias puede acarrear el tecnoestrés?

El tecnoestrés puede conllevar consecuencias tanto físicas como psicológicas. Así las personas que lo sufren pueden desarrollar ansiedad, inseguridad e incertidumbre, depresión, insatisfacción, sentimientos de incompetencia, insomnio, dolores de cabeza y molestias físicas.

Por ejemplo, es sabido que pueden producirse daños derivados del uso de pantallas de visualización, como sequedad en los ojos, vista cansada, molestias musculares, y la posibilidad de aparición de migraña y cefalea tensional, entre otros.

Todos nos hemos irritado alguna vez al esperar ante una aplicación informática que parecía no funcionar. A todo esto se añaden los sentimientos negativos generados por tener que renovarse continuamente para poder seguir trabajando y hacer frente a la competencia.

Es muy común que el trabajador se sienta obsoleto en relación con su desempeño en la organización. Debido a la multitud de cambios que se suceden en el entorno laboral actual y a la necesidad de actualizarse y ser más flexibles ante un mercado tan fluctuante, no es extraño encontrar personas que sienten miedo o evitan enfrentarse a las nuevas tecnologías.

Medidas a adoptar

Para minimizar el riesgo de tecnoestrés, las empresas deben adoptar políticas orientadas a la prevención del daño psicosocial que producen las nuevas formas de trabajar proporcionando formación práctica, simplificando la tecnología o haciéndola más fácil de usar y reduciendo así la ansiedad. Cuantas más facilidades perciban los trabajadores para afrontar el uso de una tecnología, menos tecnoestrés se producirá.

Es recomendable realizar un rediseño del puesto de trabajo en el que se va a implantar la nueva tecnología, y determinar cuáles serán las nuevas competencias que tendrá que desarrollar el trabajador. Posteriormente, se tendrán que poner en marcha planes de formación para evitar en la medida de lo posible el tecnoestrés.

Es importante que las herramientas tengan diseños ergonómicos que faciliten la interacción persona-máquina, posean alta usabilidad, es decir, que sean fáciles de usar para cualquier trabajador.

Otra forma de prevención es crear equipos de trabajo que fomenten una cultura y un clima organizacional más constructivos. Los equipos de trabajo estarían dedicados a la implantación de soluciones que trabajasen los problemas que se pueden generar tras la implantación de las innovaciones tecnológicas.

El apoyo organizacional tiene un claro efecto amortiguador del estrés laboral en diferentes entornos. Así, en lo que respecta al tecnoestrés, se ha observado que un clima de apoyo es más eficaz para contrarrestar los efectos de esta patología en los trabajadores que la padecen, mejorándose la autoeficacia.

Además de todo esto, aumentar el control sobre el propio trabajo, la autonomía y la responsabilidad puede ser todo un reto positivo para la persona.

Fuente: Ergo noticias, nº 135 (sept. – oct. 2014)